No es nada nuevo reconocer que la protección de nuestros datos personales es algo que los ciudadanos de un país reclamamos cuando todas las necesidades que ocupan un lugar inferior en la pirámide han sido satisfechas. Ya lo dijo un cliente al ver las cargas que suponía la aplicación de la LOPD en su empresa: “¡Cómo se nota que estamos en el primer mundo!”.

Los periódicos de esta semana auguran un escenario de recesión, con un posible modelo de doble bache. Si ello se confirmase, ¿podríamos llegar a ver algunos cambios en posición que ocupamos los ciudadanos del primer mundo en la pirámide de Maslow?.

Algunas preguntas que surgen ante esa posibilidad:

1. ¿Puede una situación de crisis continuada generar la necesidad en las empresas de recurrir a fórmulas de márketing directo que les obliguen a asumir mayores riesgos en materia de cumplimiento normativo?

2. ¿Cuál debería ser la reacción de los destinatarios de esas campañas de marketing que nos devolverían al escenario que teníamos en los 80, antes de la aprobación de la LORTAD? ¿Deberíamos responder a las campañas con denuncias o con solidaridad, aplicando un sentimiento casi “patriótico”, similar al de los anglosajones, para eliminar cualquier obstáculo a la recuperación económica de nuestro país?
3. ¿Cuál debería ser el papel de la AEPD? ¿Debería centrarse en los casos más graves y dejar los leves para tiempos mejores? ¿O por el contrario debería convertirse en un instrumento recaudatorio dirigido a la reducir el déficit en los Presupuestos Generales del Estado?